sábado, 27 de diciembre de 2008

d / os

La única forma de odiar
a otro, a otra, de amar a alguien más
viene de las entrañas.

Ver a quien odiamos o amamos
provoca de inmediato
un escozor en lo más profundo de nuestros intestinos,
como cuando se tienen ganas de cagar;
ellos nos avisan siempre -y casi nunca fallan-
a quién debemos dedicar nuestros sentimientos.

Al final, y por mucho que nos cueste trabajo
y quizá un poco de asco aceptarlo,
somos esclavos de nuestra propia mierda

viernes, 5 de septiembre de 2008

u / no

Prurito. La gana de incendiar a palabras el camino. El vómito revolviéndose en la entraña. La muerte rabiando por los poros, resbalando gota a gota las paredes gastadas de mi cuerpo. Prurito. Este silencio en que confluyen como depredadores o parásitos la voz y sus esbirros, las palabras. Este iceberg constituido de reptiles asexuados, intangibles. La miasma de las horas revoloteando incontenible bajo la lengua, como un viento desnudo removiendo las hojas caídas de la lengua. Prurito. Tener en el filo de la voz/cuchilla el torrente para inundar las madrugadas y enmudecer pese a todo.